Lunes
Hola. Es decir, ¿hola? ¿Estoy hablando solo o realmente habrá alguien
que algún día lea esto? En fin, lo menos que puedo hacer, vaya a ser de
utilidad o no, es presentarme. Soy Lucas, pero puedes llamarme como quieras. De
verdad. Podría ser Marcos, Álvaro, Cristina, Luis, Mariana o cualquier otro,
pero me tocó Lucas. Podría ser tú. Ya me da igual. Tengo quince años y me gusta
hacer cualquier cosa mientras no sea nada. Otra cuestión muy distinta es que
realmente lo haga. Supongo que es algo un poco paradójico. Es igual.
Y te preguntarás, o más bien me pregunto yo, ¿qué estoy haciendo con mi
vida? Pues estoy escribiendo. Escribiendo un diario. Hay quienes pensarán que
esto es "cosa de niñas". Jamás he oído cosa más estúpida. Y no sólo
por el tema del diario. La propia expresión es una auténtica parida, pero ahora
no voy a hablar de eso. Yo he venido a hablar de mi vida. Obvio, ¿no? Por algo
se llama diario. Si no, sería un cuaderno de notas, o yo qué sé.
De todos modos, creo que estoy perdiendo un poco bastante el tiempo, ¿no
crees? Catorce líneas para presentarme—si se puede llamar así—y para decir que
esto es un diario. Sí, un diario, creo que con decirlo una vez era suficiente,
así que, ¿por qué no te esperas a volver otro día con algo interesante que
contar? Ah, lo siento, no te lo decía a ti, sino a este pesado.
Puede que sí esté hablando solo. Puede que esté loco. Las mejores
personas lo están, ¿lo sabías?
Martes
¿Qué tal todo? Porque yo mal. Estoy de exámenes, y digamos que muy bien
no voy. Siendo sincero, odio estudiar... ¿Pero qué estás diciendo? Si te
encanta. Ya, bueno, supongo que ambas cosas son ciertas. Me cuesta ponerme a
ello, pero una vez empiezo en serio no está tan mal. Al fin y al cabo es
aprender, y aprender es saber más cosas. Eso está bien, aunque, como dicen,
saber es poder. Entonces no siempre está tan bien. Supongo que depende de si
estás preparado o no. Es un tema delicado.
El caso es que me voy por las ramas y eso no me conviene, ya que, por
desgracia, soy tonto. Tan tonto que sin darme cuenta empecé a escribir esto en
mi antiguo cuaderno... al que le quedan seis páginas. En fin. Seguir con esto
no me conviene por razones obvias.
Volviendo al tema de antes, ya he explicado por qué me gusta estudiar,
pero, ¿por qué no me gusta? Sí,
ya sé lo que estarás pensando, y lo digo teniéndolo en cuenta. Ya sé que a
nadie le gusta tirarse una tarde estudiando. A lo que me refiero es que yo soy
de esos que, directamente, no se tiran esa tarde estudiando.
Yo antes era buen estudiante. No me refiero
a sacar buenas notas—que también—pero yo era realmente un buen estudiante. ¿Que
qué hay que tener para serlo? Algo tan simple como complejo. Interés. Y no sólo
en los estudios, sino en todo lo que te rodea.
Con el interés suficiente puedes hacer
cualquier cosa. Es una motivación, única en cada ser, que le da sentido a
seguir. A seguir abriendo los ojos cada mañana. A seguir levantándote de la
cama. A seguir sumergiéndote cada noche en tu propio mundo de fantasía, imaginando
nuevos retos, pruebas y obstáculos por superar. A querer hacerlo realidad. A
hacerlo realidad.
Y es que, si no te queda interés, si no hay
nada que siquiera te haga levantarte cada mañana o soñar cada noche... entonces
ya no hay nada por lo que seguir.
Yo era un chico inteligente. Rara vez mi
capacidad ha supuesto el obstáculo a superar. Antes tenía interés. Preguntaba,
investigaba, descubría... Poco a poco fui encontrando cada vez menos retos,
menos desafíos que realmente requiriesen mi esfuerzo, mi interés. Así que, a
falta de realidad empecé a soñar. Soñaba con lo que no podía encontrar al
despertar. Con el tiempo, olvidé lo que era el interés. Sucumbí al sueño, a la
expectación de que algo extraordinario sucediese y me devolviese esa vida de
aventuras y misterios por resolver. De lo que no me di cuenta fue de que era yo
quien tenía que hacerlo. Era yo quien tenía que buscarlo... algo difícil de
hacer, porque, ¿cómo vas a encontrar, o siquiera buscar el interés si no tienes
motivación alguna para hacerlo? Es un pozo sin fondo, un callejón sin salida.
Para cuando llega el momento, lo único que puede salvarte es la llegada de
aquel milagroso suceso con el que tanto soñaste.
Aunque ya es mucho por hoy, ya seguiré
mañana.
Jueves
Sí,
lo sé, hoy no es "mañana", pero, ¿qué esperabas?
Pensándolo bien hay muchas cosas que han
cambiado en mi vida en los últimos años. Matrimonios corrompidos, amistades
separadas y confianzas traicionadas. Cada vez más y más personas han dejado de
importarme, de interesarme. Ya solo puedo confiar en mi propia compañía. En
cualquier momento cualquiera se podría unir al resto. Cualquiera podría dejar
de existir para mí. Y ya no me afectaría tanto como al principio, porque,
cuanto más sufres, más te distancias, te aíslas, te marginas.
No, no tengo reparo en admitir que pocas
cosas me interesan hoy en día. Me he acostumbrado al dolor, a la soledad, a no
ser comprendido, quizás hasta a comprender demasiado las cosas... sí, esa fue
la raíz de todo.
Y es que si todavía sigo aquí cada día, es por
el simple hecho de ser consciente de todo esto. Conozco cada detalle del por
qué de mi situación, sé cómo solucionarlo... y aún así sigo sin hacer nada.
Porque, en realidad, es tan fácil como hacer algo. Cualquier cosa. La actividad
desencadena nuevos sucesos, y poco a poco se puede recuperar el interés. Sin
embargo, así como mi conocimiento de mí mismo es la causa de seguir... también
es la causa de mi parálisis emocional.
Cuando uno no es consciente de esto y
sucumbe a los sueños, al dolor, a la soledad... sólo puede acabar de dos
formas. O bien se choca corriendo contra el muro, o alguien le tiende una
cuerda desde arriba. Pero, ¿qué pasa si es capaz de subir sólo?
Ese es mi problema. No voy a abandonar, no
voy a tirarlo todo por la borda. Mi conocimiento tiene valor, y soy capaz de
ser feliz, de recuperar mi interés, de escalar el muro. Lo sé. Pero entonces,
¿por qué no lo hago?
Quizá la cuestión está en que ya no puedo
sufrir más, en que no puedo sentir más soledad, en que no puedo llegar a un
estado peor. Directamente me da igual lo que me pase con tal de seguir. Porque
sé que, en cualquier momento, podría salir, podría escapar. Lo malo es que, al
no poder sentir más, no lo puedo pasar mal. Horas sin salir de mi cama, de mi
ducha, de mi casa, de mi mente. Vivo encerrado en mis pensamientos, sin hacer nada más. Porque no lo necesito. Porque
ya me siento bien así, o, mejor dicho, porque no me puedo sentir mal así.
Pero, ¿qué manera de vivir—si se puede llamar
así—es esa? Una vida monótona, donde lo único que destaca son los gritos de mi
madre, desesperada. "¿Cuándo vas a hacer algo?" "¿Cuándo te vas
a levantar?" Siento verdadera lástima cada vez que oigo esas palabras. O,
al menos, la sentía. Ya no siento más, ya no entristezco, pero tampoco río. A
veces me pregunto: ¿realmente, hasta qué punto tengo yo el control?
No sé si debería seguir esperando. Ya no
creo que haya marcha atrás. Incluso si consigo vivir, si mi corazón volviese a
latir... no sería lo mismo. Creo... creo que no estoy preparado para vivir con
ese conocimiento, con esa experiencia, con ese poder.
Viernes
Ya
no sé ni qué escribir. Pensé que, al escribir en este diario, al hacer algo,
aunque sólo sea plasmar mis pensamientos sobre el papel, algo de interés
volvería a mí. Parece que me equivocaba. Así solo he conseguido aclarar mis
ideas, creo, y tomar al fin una decisión. No puedo quedarme para siempre en el
limbo. No es bonito, pero es lo mejor.
Y, aún así, hay quienes piensan que esto es
"cosa de niñas".
Sábado
Hola
mamá. Sé lo mucho que me quieres y el sufrimiento que te causo al
desperdiciarme así. Últimamente no me soportas porque no eres capaz de quedarte
de brazos cruzados viendo cómo muero por dentro. El caso es, mamá, que hace ya
tiempo que dejé de vivir. Mi corazón ya no late. No siento el sabor de la
comida, ni siento el calor del fuego en las manos. No siento frío, no hago
nada. El aire a mi alrededor permanece estático. No veo el color ni el
movimiento. Mis oídos ya sólo son capaces de escuchar mis propios pensamientos,
de los que ni puedo ni podré escapar. Me he convertido en un ser inerte. Por
mucho que cambie ahora, mi cuerpo y alma jamás olvidarán el vivo sabor de los
labios de la muerte. Es hora de dejarme ir, y olvidar mis pensamientos como lágrimas
en la lluvia. No te sientas culpable, pues con mi ida, por fin volverás a
sentir, mas, si permaneciese como un muerto en vida, tan sólo lograría llevarte
conmigo. Adiós mamá... después de todo, mentí. Aún puedo sentir tu amor.
DANIEL SAN PÍO (3º ESO B)
Segundo premio RELATO, Concurso literario IES Las Encinas 2016