Complicado el saber que la tempestad,
la cual nos guardamos en nuestros ojos
con miedo de que alguien la viese,
ha salido al pestañear.
Se ha unido con nuestra sangre y guerra.
Se ha alzado con nuestras manos muertas.
Diamantes rotos en nuestras venas,
han sentido el frágil latido del corazón.
Las margaritas de primavera
que cierran de nuevo mis ojos,
recogen las lágrimas de fuego,
quitando el polvo del miedo.
Ignorancia la de aquellas.
Que ansían dejar de sentir,
por el sufrimiento de las mariposas
que la tormenta mojó sin fin.
La tempestad nos desvanece,
y nos obliga a agonizar.
Quizás es un castigo,
por nunca aprender a disfrutar.
Los recuerdos me carcomen,
al no saberlos apreciar.
Añoro aquellos momentos
que sin querer dejé pasar.
Un espejo en frente de mí
nunca me reflejará,
ya que no muestra la culpa,
al no poder ayudar.
Dominada por un caballero
la tempestad oculta está,
callando la sorpresa,
de que algún día nos atrapará.
Marina Garnacho (3º ESO B)