Corro, corro, sigo corriendo
tan veloz que mis pies arden fuego.
Persigo la luz que acaricia mis dedos
con tal de que nunca la pierda de nuevo.
Despierto sobre mi grueso colchón y observo la recargada pared,
cubierta de fotografías en las que sonrisas compartidas rebosan por doquier.
Añoro esas alegres aventuras del verano que ya no puedo hacer,
y que en su día ni aprecié ni valoré.
Se alternan barrotes de cristal con otros de metal,
esto componen la diminuta jaula infernal,
la que me encierra e impide que mis alas de cristal
pueden extenderse y echar a volar.
El tren de los recuerdos, otra parada en mi mente.
Yo con el habitual ceño fruncido constantemente.
Mi felicidad resumida en aislarme de la gente.
Lo que detesto estos días en hacer siempre lo corriente.
Oh pradera verde de amapolas,
Oh mar llevo de espuma sobre las olas,
si pudiese veros otra vez a solas
nunca más volvería a la hora.
Lucía de las Heras (3º ESO B)