Rincón literario

del IES Las Encinas

16 de noviembre de 2021

Nuevos relatos con consecuencias

 Presentamos nuevos relatos muy bien construidos, con otras consecuencias inventadas muy interesantes. ¡Enhorabuena también para ellos! 


LLUVIA METÁLICA

    
 Claudia Peña Vega

A las siete de la mañana sonó el despertador, como todos los días. Elena se incorporó lentamente. Por alguna razón, aquella mañana se sentía menos enérgica que de costumbre. Entonces recordó los sucesos de la noche anterior.


Eran las ocho de la tarde. Elena caminaba hacia su casa cuando, de repente, escuchó una fuerte explosión. Decidió desviarse de su ruta para ver qué ocurría. No supo en ese momento qué consecuencias tendría.


Llegó hasta un callejón y no pudo creer lo que observaban sus ojos. Sin embargo, era real; en el suelo yacía un niño que se debatía entre la vida y la muerte. Sin dudarlo, Elena acudió en su ayuda. Se apresuró a desgarrar su propia camiseta con el fin de tratar de cubrir las heridas del muchacho. En ese instante oyó tras ella una voz. 


- No servirá de mucho. Tenemos que irnos de aquí.


El hombre que había hablado tenía el gesto serio y parecía que tenía prisa.


Elena dirigió una última mirada al joven, lo justo para darse cuenta de que, en efecto, ya era demasiado tarde.


Lo siguiente tendría lugar tan rápido que no serían más que imágenes borrosas en su mente. Sintió cómo aquel misterioso individuo tiraba de ella en un intento de apartarla del peligro. Desafortunadamente, no lo logró. Una de las balas que habían comenzado a llover la alcanzó en el hombro. Aturdida por el dolor y la situación en general, perdió el sentido. 


Elena apagó la alarma de su móvil. Revivir la experiencia a través de la memoria no había sido agradable. Miró a su alrededor y descubrió que no se encontraba en su cama, ni siquiera en su casa. Su mirada se detuvo en un sillón que había en la esquina. Allí dormía aún el chico que le había salvado la vida.



Sin título

(Belén Azagra García)

El sudor caía por su frente en gotas de miedo y duda y el sonido de su pie contra el suelo de madera acompasaba sus pensamientos y le hacía consciente del lugar. Intentaba mantener la calma y concentrarse en pestañear lo menos posible para no ver esa oscuridad llena de ojos de que la juzgaban.

La mañana había sido larga. Las noches en vela comenzaban a hacer efecto y sentía cómo el cansancio se apoderaba de su mente y le dificultaba el desconectar de la situación. Además, cada vez estaba más convencida de que la decisión de haber llegado al lugar con dos horas de antelación no había sido la acertada pues solo le había servido para pensar y, no debía pensar. Por fin eran las ocho, la hora, y, con una puntualidad sorprendente, unas grandes puertas de madera maciza se abrieron con decisión permitiendo el paso a su hermano, su abogada y un par de guardias tras ellos. No pudo no recaer en las esposas del primero y en la ilusión que nació en su cara al verla allí, esperando. Al pasar por su lado, la mujer le sonrió con cortesía y su hermano le susurró un “me alegro de verte” que se perdió en el barullo de voces que se había formado en cuestión de segundos en la estancia. Ella intentó sonreír de vuelta.

Entró, a continuación, en la sala llena de prensa y, tras notar con disgusto como estaba siendo nombrada en numerosas conversaciones, tomó la decisión de sentarse ignorando voces y caras conocidas. En un movimiento casi instintivo miró a su derecha y vio miradas de odio y dolor dirigidas hacia su hermanito, hacia quien había prometido proteger. Cómo si todo tuviera lugar a cámara lenta, giró de vuelta la cabeza y trató de respirar. Inspirar, espirar. Inspirar. espirar. Cuando el silencio cesó, dio comienzo el juicio. El juez empezó a leer detalladamente el caso y con cada palabra el peso era mayor, el dolor era mayor. Ambos lados hablaron. Su hermano habló. En su cabeza solo había una palabra: mentira. De repente, como cortando su ensimismamiento, fue llamada al estrado. Decenas de cabezas se giraron y hubo susurros mientras sus tacones sonaban demasiado alto en ese silencio y su cabeza daba vueltas. Comenzó con preguntas sencillas: nombre, relación con el acusado, etc. luego empezaron las demás. Sabía las respuestas que debía dar, pero su boca, negándose a colaborar, titubeaba, temblaba, mientras esperaba la que sería la cuestión más importante:

-        Señora Rodríguez, usted estaba con el acusado el 5 de abril a las once de la noche cuando la fallecida Sonia fue asesinada. ¿Es cierta o no esa afirmación?

Inspirar, espirar. Inspirar, espirar. Recordó lo enferma que había estado aquel día y cómo le enfadó que su hermano no le cogiera el teléfono y no fuera allí para ayudarla en esa noche tan espantosa y no pudo.

-        No.

No supo en ese momento que consecuencias tendría.


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No supo en ese momento que consecuencias tendría


(Daniela Arguedas)

Una mañana de noviembre, la familia de Clara aparcaba delante de lo que sería su nuevo hogar. Su familia se componía de su hermano mayor Jorge y sus padres. 


A raíz del traslado de trabajo de su madre hace dos meses, ahora se veían esperando a que el camión de mudanzas llegará con todas sus pertenencias. Dos días después Clara ya disfrutaba de una habitación propia sin tener que compartir espacio con su hermano, su relación no era muy buena y aunque solo se llevasen un año nunca coincidían en nada, todas las peleas, los gritos, las discusiones, hacían imposible que entablasen una buena relación y para sus padres esto no era un misterio pero estaban demasiado ocupados para hacer algo al respecto.


El cambio de ambiente pareció sentarle muy bien a Jorge que tenía nuevos amigos y en el instituto no le iba nada mal. A diferencia de Clara que era víctima de bullying, ni ella se podía creer que con la buena actitud que intentaba tener pese a los insultos y golpes, había personas que deseaban hundirla.


Semanas después Clara se armó de valor para ir a buscar ayuda y decidió contarle a Jorge  todo lo que estaba sucediendo en su vida, todo lo que había estado aguantando en silencio. Jorge la trató cómo a una desconocida, ignoró todo lo que le dijo y la culpó de encontrarse en esa situación. No supo en ese momento que consecuencias tendría...


A finales del mes, la última mañana de Diciembre Clara llevaba dos días desaparecida y Jorge empezaba a comprender qué tan graves fueron las últimas palabras de su hermana.



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