Rincón literario

del IES Las Encinas

11 de noviembre de 2021

Relatos con consecuencias

 Los relatos que vienen a continuación son una selección de las mejores narraciones que nuestros alumnos han creado a partir de esta idea: "No sabía aún qué consecuencias tendría..." Las consecuencias inventadas por ellos han sido originales y variadas; y la consecuencia de su buen hacer ha sido, entre otras, esta entrada en el Blog del Instituto. ¡Enhorabuena!

Mi primer amor

Alba Fábregas


Sábado doce de octubre. Un día normal como cualquier otro. En España, un día de fiesta. Gente sin ir a trabajar y niños sin ir al colegio. Pero hoy no vengo a hablar sobre adultos y niños pequeños. Sino de adolescentes. Aquellos jóvenes con las hormonas descontroladas. Creyendo que el mundo está en contra de ellos. A los que sus padres no son capaces de comprender, según estos y a los que todo les afecta multiplicado por tres. Esas personas que solo piensan en amor, amistad y en salir. Así somos nosotros. Adolescentes.

Eran las siete de la tarde. Mis amigas Nia y Emma estaban preparándose para la fiesta de cumpleaños de nuestro amigo. Yo estaba con ellas. Nervioso. Ese día tenía pensado decirle a Emma todo lo que sentía por ella. Así de una vez sabría si siente lo mismo por mi y podría quitarme esos pensamientos de la cabeza. Los que vienen cada noche trayendo con ellos las mariposas que recorren todo mi cuerpo, de arriba a abajo. Aquellos que roban mi sueño y no me permiten dormir. Esos sentimientos que aparecen cada vez que la miro y veo sus ojos, entrecerrados, con una mirada intensa y desafiante que a la vez dibuja esa sonrisa tonta que pone. Ese día y no otro, le confesaría toda la verdad.

Ya eran las ocho y cuarto pasadas, y por fin pudimos salir de casa. Es increíble lo que pueden llegar a tardar en prepararse estas chicas. Es una cosa que nunca entenderé. Íbamos de camino a la fiesta pero sabía que no era el momento aún para hablar con ella. Quería esperar a que todo fuera perfecto. Como en una película de Hollywood de los 90. Llegamos a la casa y no conocíamos a tanta gente como Nia, por lo que decidimos estar juntos en todo momento. Toda la noche. Ella y yo.

Estábamos junto al banco. Aquel que se encuentra detrás del estanque. Estábamos sentados los dos solos, cuando se apoyó en mi hombro. Volvieron las mariposas y el estómago se me empezó a revolver de repente. Miró hacia arriba y sin decir ni una sola palabra, la besé. En ese preciso instante, decidí contarle como llevaba sintiéndome aquellos últimos meses. No supo en ese momento qué consecuencias tendría todo esto, ni yo tampoco, ella también decidió abrir su corazón como hice yo. El sentimiento resultó ser mutuo. Escuché cada palabra que salía de su boca como si fuera la última. Quería que acabara de hablar porque me moría de ganas de acariciarle la cara mientras nos perdíamos en un largo beso, pero a la vez deseaba que no dejara de hablar. Sus palabras me conmovían. Alteraban los latidos de mi corazón. 

A pesar de confesarle todo mi amor, las mariposas me visitaban cada vez que la veía, porque sabía que era ella. Emma era la persona que quería tener a mi lado el resto de mi vida. Y sé muy bien que soy un adolescente y tan solo tengo dieciséis años. Que la vida da muchas vueltas y que ahora todo es más intenso. Que el primer amor no dura para siempre y que esta historia no es real. Por lo que cerré mi cuaderno dado que no es fácil escribir un final a una historia que tanto quiero que suceda.


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UNA NARRACIÓN 

Marian Prada e Isabel Sastre 


No supo en ese momento qué consecuencias tendría: que se convertiría en un dragón.

Sus labios amargos y esa sensación ácida en su boca la revolvían por dentro.

Era 12 de noviembre, su garganta de fuego expulsaba todos los remordimientos que se había tragado.

Aquella era  la primera vez.

Una necesidad desconocida había guiado sus pasos hasta aquella habitación.

Tres huecos golpes resonaron en la puerta. Se puso nerviosa, le temblaron las piernas. Corrió al lavabo y se aseó la cara secándose con una manga.

La estaban llamando, oyó su nombre al otro lado de la puerta.

Los altos armarios escudriñaban la oscuridad a su alrededor mirándola con desprecio.

Se abrazó a sí misma sintiendo esa extraña sensación de asco que la había impelido a aquella situación. 

Se quedó allí. Paralizada. Esperando a que las voces se apagaran. No estaba lista para enfrentarse a nada todavía.

Después de  una interminable hora de vacilación, abrió la puerta con un fuerte crujido, como un muerto que despierta tras años de entierro. Sus piernas no le sostenían.

Un pitido le ensordeció. Los sonidos le llegaban difuminados. Se sentía débil y se desplomó sobre el frío suelo de baldosas de mármol. 

Lo  último que recuerda es aquella sombra borrosa que la perseguía y aún la visita en sueños.



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