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By Cristina González 2:16
EVA GARIJO, 3º ESO D
Soy
de esas personas que buscan todos los días alguna razón para quererse.
De esas que cada vez que se miran al espejo solo ven que hay menos
brillo en sus ojos. Soy de las que miran más el techo por las noches que
dormir.
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Benjamin Lacombe |
Recuerdo
cuando creía que era cosa de la edad, recuerdo cuando me decían que
pasaría, que valía la pena, que tenía una sonrisa preciosa , y que no me
escondiera... Y que mierda, aún sigo escondida, porque no tuve el valor
de salir ahí y decirle a todos que gané la guerra, porque preferí
quedarme escondida a pesar de haber ganado. Suena tan estúpido, podría
haberme comido el mundo y estoy aquí dejando que el mundo me coma a mi.
Aunque puede que una de las razones sea que todavía me queda vencer los
demonios de mi cabeza... Me he acostumbrado tanto al dolor que sus
latigazos emocionales parecen caricias. A veces pienso que les he cogido
cariño, ¿qué tontería verdad? me destrozan y yo creo que les voy a
echar de menos. Quizás sea porque me he sentido abandonada tantas veces
que por muy malo que sea, tener su compañía cada día me hace sentir
viva... Llorar también me hacía sentir viva, pero no se si será porque
no me queda nada más que tirar, pero ya no lloro. Al principio creí que
me estaba haciendo más fuerte, y así era, pero no de la forma que debía,
construí una coraza, la mejor de todas os lo aseguro, nadie se dio
cuenta de que mi piel tan solo eran trozos de recuerdos ligeramente
felices pegados unos con otros, nadie vio las grietas. Estaba más
tranquila así, pero llegó un momento que necesitaba que alguien
despegara esa mentira de mi piel, que me leyera entera, que me desnudara
y viera todas mis cicatrices, necesitaba que me levantaran y aunque
fuese arrastrándome que me sacaran de ese pozo que yo misma había hecho
para encerrarme. Señor, lo había alargado tanto, todos adoraban mi
mentira, y yo, yo intentaba aplicar los consejos que nunca seguí para
que nadie siguiera éste camino, para que nadie tuviera que pintarse la
sonrisa sobre una boca que ya no tiene ni voz, para que ninguna de esas
personas que admiraban lo que fingía ser terminaran como lo que
realmente soy.
Lo que yo quería
deciros es que sois preciosos, con todos vuestros granos y arrugas, y
con vuestros kilos de más o menos, con vuestra barriguita y vuestros
vicios, y vuestros corazones rotos o vuestras victorias. Y que al
universo no le importamos , que estamos de paso, pero que nuestros pasos
son bonitos. Que hay belleza aquí y allí. Que fuméis, que bebáis, que
hagáis dietas, que os gastéis el dinero en esas zapatillas que tanto se
llevan ahora, que total, nada dura, pero el momento merece la pena. Que
beséis como tontos, que os enamoréis como tontos, que paréis a la gente
por la calle y le digáis que os gusta, que quizá sean desconocidos, pero
es que quién se conoce hoy en día. Que os llenéis de cosas, que leáis,
que escuchéis música, reíos de los chistes malos, mirad. El mundo es
mundo, son caminos, es gente. Abrazad a vuestros padres, a vuestros
abuelos que se irán antes , a vuestros hermanos y amigos, y salid a la
calle. También haced el amor, daos a alguien, entregad hasta lo último
que tengáis, dejaos en las manos de otro, aunque sólo sea una vez.
Probadlo todo: los chicos, las chicas, la naturaleza. Caminad solos,
observad, oled. Coged aire, respirad profundamente, llenad los pulmones
de este aire tóxico: pero nuestro aire, a fin de cuentas. Y perdonad,
que las culpas no os distancien, que los silencios no sean kilómetros,
no envejezcáis matando al niño que llevamos dentro, él no se merece
esto. Amad fuerte, besad fuerte, vivid. Bailad a lo loco, aunque no
conozcáis la canción, no importa. Estad. Estad, simplemente, pero que se
note. Notadlo.